Rechazado

Dos hombres…

Un hombre rechazado

La gente le grita, insulta, escupe, lanza lo que sea; al fin de cuentas en medio de la masa la culpa se diluye, apuntar a un culpable es absurdo. La rabia contenida es mucha y una oportunidad como esta no es de despreciar. La ira no es gratis, el enojo es totalmente justificado.
Imagina por un momento a Obama en medio de una reunión del KKK, sin guardaespaldas… o a Jhonny Herrera, mítico arquero de Universidad de Chile, apareciendo de entremedio de la gente justo en medio de los fans de Colo-Colo (sus archienemigos). Tan sólo imagina lo que sucedería si algo así ocurriera, ahora toma toda esa ira y traspásala a la multitud de la que hablamos. ¿Existe una escapatoria posible?

Un hombre celebrado

No lejos de ahí otro hombre se acerca a la ciudad, una multitud distinta le sigue, al menos tienen una actitud distinta. Están felices de que haya decidido pasar por la ciudad. Emocionados y eufóricos ofrecen la hospitalidad típica que le es ofrecida a personajes así de celebrados. Hospedaje, comida y bebida para él y su comitiva, pero algo ocurre, la oferta es rechazada y sigue su camino.
Eventualmente ambos hombres se encuentran. Es fácil saber el nombre del rechazado, todo el mundo lo vocifera, y seguramente lo hace con algún adjetivo añadido. El hombre al que le llueven los elogios decide proveer una escapatoria para el pobre desdichado. Alza la mirada y le llama por su nombre: “Zaqueo! Hoy necesito de tu hospitalidad, ¿me recibes en tu casa?” Algo absolutamente extraño ocurre, el rechazo de la multitud se transforma en desconcierto y el desconcierto en una ira mayor que la anterior, una ira que tiene un nuevo sujeto… Jesús.
Jesús come en su casa y algo aún más inusual ocurre, Zaqueo se arrepiente de sus maldades y propone una restitución, acto seguido, Jesús anuncia que la salvación ha llegado a ese hogar.
El rechazado recibe salvación… El celebrado toma sobre si mismo la ira de la multitud…
A veces pienso en la muchas veces que hemos evitado a cierto tipo de personas por temor a que nuestra reputación se vea afectada
A veces pienso en lo poco que nos parecemos a Jesús.
A veces pienso que es tiempo de dejar de querer agradar a la gente y simplemente actuar con humildad y amor. Toma el rechazo de otro y transfórmalo en bendición aún a costa de tu propio prestigio.
Piensa… te va a gustar!

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