Juicio come y bebe para si…



La ocasión es especial, hay suficiente comida para un pelotón. Los invitados comienzan a llegar pero los anfitriones actúan con ciertas consideraciones para con algunos y con un dejo de desprecio hacia otros.
No hay que ser un experto en sociología para advertir que bajo el mismo techo hay algunos que son ricos, otros que no lo son y otros que lisa y llanamente son pobres, algunos esclavos y otros libertos, no obstante, todos en ese lugar proclaman que todos son iguales, curiosamente nadie actúa con igualdad. Unos se abalanzan sobre la comida mientras otros sólo observan. El vino fluye con generosidad en ciertos lugares de la casa mientras que a otros se les hace agua la boca de tan solo pensar en su sabor.
La cita es una celebración, sin embargo, todo termina en discusiones; la cita es la “Cena del Señor”, la eucaristía, la comunión o como quieran llamarle. ¿El lugar? Corinto.

Lejos del fenómeno de las redes sociales, el apóstol  Pablo se entera de esta situación y les escribe a estos veleidosos corintios una carta en la que trata, entre otros temas, el tema de la cena del Señor. En esa carta escribe: “porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena.”

La explicación tradicional de este verso es identificar este “cuerpo” de Cristo en los elementos de la Cena del Señor, lo que sería congruente con su contexto anterior. Sin embargo, Pablo habla de comer y beber en un iglesia en donde no todos comen y beben. Versos más adelantes, en el capítulo 12, Pablo invertirá varios versos explicando esta analogía del “cuerpo” en relación con la iglesia y coronando su análisis con la declaración: “… ustedes son el cuerpo de Cristo…” v.27

Una pequeña reflexión


No puedo ocultar que me resulta más orgánico entender este “discernir el cuerpo…” en relación con mi prójimo que en relación con elementos rituales.

¿Es que acaso hemos caído en pecado por no “discernir este cuerpo de Cristo” que son mis hermanos? Nos llenamos el estómago sin la mayor preocupación de saber si mi prójimo tiene lo mínimo necesario para poder sobrevivir. Si es que, no puedo amar un Dios que no puedo ver sin antes amar a mi hermano que si veo, entonces tomar la eucaristía, la cena del Señor, sin ser consiente de mi vínculo responsable con quién tengo a mi lado es en definitiva: “comer y beber nuestra propia condena.”

Piensa… te va a gustar!

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