No había mejores evangelistas?





Al mirar las páginas de la Biblia no puedo dejar de observar cómo Dios decide de manera constante desconcertarme, de alguna manera pareciera decirme: “No me puedes domesticar ni a mi mensaje.”

El evangelio de Juan nos habla de una mujer samaritana, avergonzada por su condición, casada 5 veces y, en el momento del relato, viviendo con otro hombre que no era su marido. Hoy le criticaríamos, ayer le habriamos apedreado.

Se encuentra con Jesús y al cabo de unos minutos la verguenza queda atrás y va al pueblo a predicar la buena noticia de haberse encontrado con el Mesías. De adúltera a evangelista sin escalas!

El libro de los Hechos tiene un caso similar. Felipe, uno de los diáconos de Jerusalén es enviado a predicarle a un eunuco, un castrado, uno al que hoy llamaríamos “transgénero”. Le predica… cree… le bautiza y el eunuco se va… Hoy, la Iglesia Ortodoxa Etíope señala el momento de su origen en el testimonio de este eunuco…

¿No había mejores evangelistas?

Tal vez Dios no necesita gente perfecta, sólo gente dispuesta; tal vez el poder del evangelio no radica en la elocuencia del mensajero sino que le trasciende. NO podrás domesticar a Dios ni al evangelio, pretender hacerlo es absurdo! Hoyes tiempo de proclamar las buenas noticias, es tiempo de predicar a Cristo.

Piensa… te va a gustar!

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