“Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos.”



2 Pedro 1:5 nos habla de una lista de elementos que son necesarios añadir a las convicciones que tenemos en torno a la persona de Cristo (fe), una de ellas llama mi atención: Conocimiento.

El conocimiento es poder. Al menos así dicen algunas citas de liderazgo y es correcto hasta cierto punto. Nos esforzamos por sumar conocimiento a fin de tener “mayor poder” a la hora de argumentar, dirigir, tomar decisiones, ¿actuar. Lamentablemente, el poder con el que nos armamos usualmente revela fallos en nuestro carácter y con gran facilidad podemos volvernos soberbios. Esto no es sólo en las esferas del conocimiento secular, también lo es en el ámbito de la cristiandad, la diferencia es que esa soberbia que deriva del poder y que a su vez deriva del conocimiento, se puede esconder mejor con frases piadosas y otras que trazan límites: sana doctrina, hereje, etc.

¿Es bueno saber más de Cristo? ¿más de la Biblia? Creo que si, pero me asusta ver a muchos que con ese mismo conocimiento adquirido dañan y ridiculizan a otros con los que se difiere.

Juan 8:32 dice “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
Otra vez la palabra “conocer”, esta vez asociada a algo que nos gusta poseer: “la verdad”

Sabernos conocedores de “la verdad”, ya no de simple conocimiento, puede ser desastroso par cualquiera que desee conversar con nosotros. el único final feliz posible es que esa persona coincida con nosotros!!

Tal vez un término griego nos arroje luz sobre este escenario que se aprecia tan sombrío: ginosko. Esa es básicamente la palabra usada en ambos pasajes que he citado y que se traducen como “conocimiento” y “conoceréis”.

Pero ginosko no tiene que ver con saber los nombres de los hijos de Jacob, ni tiene que ver con nombrar los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos, tampoco con saber los nombres de los 12 apóstoles, no se trata de información. Ginosko tiene que ver con el conocimiento que se adquiere de primera mano, el adquirido por la experiencia. Dicho en términos sencillos, si yo comienzo a hablar del perdón, de la cantidad de veces que debo perdonar, de los términos en griego que lo definen, doy conferencias, escribo libros al respecto, etc. pero si a la hora de perdonar no lo hago, entonces mi conocimiento es una ilusión, no he aprendido NADA! Puedo llenarme la boca hablando del amor de Dios pero si a la hora de mostrar ese amor con los que nadie quiere amar, no lo hago… entonces no aprendí NADA!!

Solemos acreditar a alguien más por la altura de su curriculum que por la de su integridad, es más vistoso un diploma en la pared que un proceder honorable en la vida.
Cuando el escritor del evangelio de Juan pone en labios de Jesús la frase de “conoceréis la verdad…” tenemos que leerla necesariamente desde los versos anteriores, especialmente el inmediatamente anterior:

“… Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;” v.31

Conocer la verdad es experimentarla, vivirla a través de la obediencia de la enseñanza del Cristo. Conocer la verdad no es sacarse un 100 en Teología Sistemática.

Añadir conocimiento a la fe es capitalizar la experiencia de vivir la vida intentando hacer la voluntad de Cristo.

Ilustres infelices, iletrados de sabiduría real, todos debemos de darnos cuenta que la pedagogía divina en el andar cotidiano puede no hacernos expertos teólogos, pero sin duda alguna, nos hace mejores personas.

“Hasta ahora solo había oído de ti,
pero ahora te he visto con mis propios ojos.”
Job 42:5

Piensa, te va a gustar!

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