Sin resolver...



"El Señor le dijo: (a Jonás)
—Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?"

Jonas 4:10-11

Intro
Cuando contamos la historia de Jonás, usualmente vemos la primera parte, esa que siempre se cuenta en la escuelita bíblica/dominical/sabatina, catecismo o lo que tenga tu iglesia. Divagamos con las ideas que tienen que ver con el "gran pez" y lo mal que la pasó Jonás en el vientre de aquel tremendo animal. (gracias Chick Tracts... ok, no!)

Por mi parte veo otros elementos que me resultan más interesantes. Por ejemplo, la forma en que Jonás enfrenta toda esta situación.

Desde un principio se manifiesta abiertamente opuesto a obedecer a Dios, al punto de huir en dirección opuesta al destino divino. (toda esa situación amerita un post diferente, por ahora vamos al momento del arribo a Nínive)

En Nínive
Jonás predica, Nínive le cree, posiblemente porque sus augurios confirman el mensaje de un profeta extranjero. Debemos recordar que en la idea antigua de los dioses territoriales, Yahweh no tiene la menor injerencia en una región alejada como Asiria de la cuál Nínive es una de sus principales ciudades.

El problema es posterior, ocurre lo menos esperado para Jonás: los ninivitas SE ARREPIENTEN
El rey pide que la gente haga ayuno, clamen a Dios, cambien sus actos violentos. La norma aplicaba incluso a los animales. ¿Era esa la forma en que se aplacaba la ira de Dios? Ellos no tenían idea, Jonás proclamaba algo que ocurriría, no iba a hacer negociaciones, sin embargo, los ninivitas hacen lo que saben hacer cuando se trata de agradar o aplacar a una deidad aunque no sea la de ellos.
Jonás observa con escándalo y desconcierto que Dios cambia de parecer, no destruirá la ciudad; la ira toma lugar de privilegio en el corazón del profeta. Tan enojado está que prefiere la muerte.

-“Los asirios son nuestros enemigos y ellos… ¿han alcanzado misericordia con actos supersticiosos?”- (me imagino a Jonás diciendo cosas así). Patria y Religión son lo mismo para el profeta que sirve precisamente al “Dios de Israel”, un Dios que se identifica con una “tierra santa” y un “pueblo santo”.
 
Dios hace crecer una planta para que brinde sombra a Jonás y se refresque, esto hace muy feliz al profeta. Al poco tiempo Dios mismo hiere la planta y esta se seca, Jonás nuevamente está de mal humor y desea la muerte ¡a causa de la planta! (no me odien veganos) Dios termina su acción pedagógica con la pregunta que cité al inicio de este post: “¿no habría yo de compadecerme?” (de los ninivitas)

El único libro de la Biblia que termina con una pregunta. Al igual que muchas parábolas de Jesús que terminan sin resolución, este libro nos pone en frente de un desafío que el lector debe resolver y eso demanda una comprensión de la historia más allá de la icónica historia del “gran pez”.

Una predicación así habría resuelto el problema con Sodoma o con Jericó o con cualquiera de las ciudades devastadas por Dios o “su pueblo”!!! Al respecto, no son pocos los académicos que proponen que el relato se trata más bien de un “midrash” , es decir, no estrictamente histórico, más bien algo parecido a las relecturas o teoficciones que hoy se suelen usar a veces con fines pedagógicos. Claro, si consideramos esta posibilidad se nos cae el relato del pez y el intentar demostrarlo científicamente, pero… ¿es ese el punto clave del libro? Al parecer el clímax del libro coincide con el final del mismo, la pregunta irresoluta de Yahweh… “¿no habría yo de compadecerme?”

Outro
Nos acercamos a Dios con la esperanza (oculta) de que nuestras buenas acciones serán premiadas y que nuestros pensamientos de lo que creemos es la voluntad de Dios sean confirmados. Un resultado diferente tal vez no nos cause desear la muerte para nosotros, pero sigue siendo suficiente como para desear el mal a “los otros”.

Exaltamos nuestras formas de cristianismo, nos escurre profusamente de la boca esa frase entendidas a medias :“nosotros tenemos la sana doctrina”. Tomamos partido en una situación y nuestro celo religioso nos hace pensar que nuestra perspectiva es en efecto “LA” voluntad de Dios, mientras tanto Dios sigue mirándonos pacientemente y repitiendo la pregunta que aún espera respuesta: “¿no habría yo de compadecerme?”

Piensa... te va a gustar!

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